Animal o vegetal… de la mar o de la tierra… todos los productos, sea cual sea su origen, tienen cabida en la gastronomía nojeña, que aúna la cocina tradicional cántabra con un toque de sofisticación. Y coronándolos a todos, reina la nécora, ese marisco de la familia de los cangrejos, típico de las frías aguas del Cantábrico. Su fina carne blanca alcanza la perfección en Noja gracias a su amplísimo litoral rocoso, de aguas limpias y abundante en algas, que proporciona un hábitat idóneo para la nécora. Un crustáceo que aún sigue pescándose a la manera tradicional, gracias a la disciplina autoimpuesta por los pescadores que, con restricciones y vedas, consiguen que los ejemplares que lleguen a la mesa, lo hagan siempre en condiciones óptimas. Y que alcanza su madurez más exquisita entre los meses de noviembre y febrero.
Dicen los gastrónomos expertos, que la mejor manera de saber si una materia prima es de alta calidad es cocinarla casi sin aderezo, para disfrutar así de todo su sabor en el estado más puro. Y así es como se consumen las nécoras en Noja, cocidas con poco agua, casi en su propio jugo, cuidando en función de su talla los minutos y temperatura de cocción, como manda la tradición en esta localidad donde, desde siempre, se ha degustado este extraordinario marisco y otros tantos igualmente exquisitos.
Pero más allá de la nécora, la gastronomía nojeña, ofrece otros productos del mar igualmente frescos como el bonito, el bocarte o la sardina, deliciosos a la parrilla. Además, gracias a su territorio repartido casi a partes iguales entre el mar y la tierra, llegan a la mesa también carnes rojas de sabor intenso, muy marcado por los prados siempre verdes en los que pace el ganado. Un clima benévolo que permite también cultivar jugosas frutas y hortalizas, e incluso uvas con las que se elabora un vino joven y afrutado, el Cantábricus, que marida a la perfección con la reputada nécora nojeña.
Noja, por lo tanto, es un enclave privilegiado, donde la gastronomía se individualiza, pero donde también se pueden degustar otras muchas variedades cántabras tradicionales como el inevitable cocido montañés, los quesos con dulce, los sobaos, y, por qué no, los deliciosos postres que preparan con mimo las hermanas del convento de Santa María de la Merced, entre los que destacan las perlas de Noja o el dulce de manzana.